La tecnología sagrada es la manifestación directa de la voluntad divina, canalizada exclusivamente a través de la Profeta Selene. Su propósito es la reparación integral del ser humano, restaurando el ADN físico y espiritual, devolviendo la longevidad, la dignidad y la conexión con la luz originaria. Toda aplicación de esta tecnología está regulada por leyes eternas y supervisada por el Gobierno de Luz y Justicia, garantizando justicia, equidad y protección absoluta.

En contraste, la tecnología humana surge de la ciencia fragmentada y limitada del hombre, que busca manipular, controlar y alterar la naturaleza original del ser humano. Estas prácticas, aunque revestidas de progreso y modernidad, conducen a la corrupción genética, la pérdida de identidad espiritual y la ruptura con el propósito divino. Bajo la legislación Radnch, toda intervención tecnológica humana que pretenda modificar el ser es considerada ilegítima y contraria a la ley eterna.

La diferencia esencial radica en el origen y el propósito:

• La tecnología sagrada restaura y evoluciona el ser;
• La tecnología humana fragmenta, desvía y destruye.

El Gobierno de Luz y Justicia, en cumplimiento de su mandato divino, prohíbe toda forma de manipulación genética, biotecnológica o espiritual que no provenga de la ciencia revelada por el Creador. Sólo la tecnología sagrada, bajo la supervisión de la Profeta Selene, puede garantizar la sanación, la protección y la plenitud del ser humano.

Esta distinción no es sólo espiritual, sino también jurídica y política: toda sociedad que aspire a la restauración universal debe someterse a la autoridad de la luz originaria y rechazar las tecnologías humanas que perpetúan la fragmentación y el sufrimiento.

La obra del hombre es limitada y su ciencia, fragmentada; sólo la Tecnología sagrada de su Reino, transmitida, restaura la vida y devuelve la luz y la paz al mundo.